Según el relato de Juan, Jesús repite cada vez de manera más abierta
que viene de Dios para ofrecer a todos un alimento que da vida eterna.
La gente no puede seguir escuchando algo tan escandaloso sin reaccionar.
Conocen a sus padres. ¿Cómo puede decir que viene de Dios?
A nadie nos puede sorprender su reacción. ¿Es razonable creer en
Jesucristo? ¿Cómo podemos creer que en ese hombre concreto, nacido poco
antes de morir Herodes el Grande, y conocido por su actividad profética
en la Galilea de los años treinta, se ha encarnado el Misterio
insondable de Dios.
Jesús no responde a sus objeciones. Va directamente a la raíz de su incredulidad: "No critiquéis" .
Es un error resistirse a la novedad radical de su persona obstinándose
en pensar que ya saben todo acerca de su verdadera identidad. Les
indicará el camino que pueden seguir.
Jesús presupone que nadie puede creer en él si no se siente
atraído por su persona. Es cierto. Tal vez, desde nuestra cultura, lo
entendemos mejor que aquellas gentes de Cafarnaún. Cada vez nos resulta
más difícil creer en doctrinas o ideologías. La fe y la confianza se
despiertan en nosotros cuando nos sentimos atraídos por alguien que nos
hace bien y nos ayuda a vivir.
Pero Jesús les advierte de algo muy importante: "Nadie puede venir a mí si no lo atrae el Padre que me ha enviado".
La atracción hacia Jesús la produce Dios mismo. El Padre que lo ha
enviado al mundo despierta nuestro corazón para que nos acerquemos a
Jesús con gozo y confianza, superando dudas y resistencias.
Por eso hemos de escuchar la voz de Dios en nuestro corazón y
dejarnos conducir por él hacia Jesús. Dejarnos enseñar dócilmente por
ese Padre, Creador de la vida y Amigo del ser humano: "Todo el que escucha lo que dice el Padre y aprende, viene a mí".
La afirmación de Jesús resulta revolucionaria para
aquellos hebreos. La tradición bíblica decía que el ser humano escucha
en su corazón la llamada de Dios a cumplir fielmente la Ley. El profeta
Jeremías había proclamado así la promesa de Dios: "Yo pondré mi Ley
dentro de vosotros y la escribiré en vuestro corazón".
Las palabras de Jesús nos invitan a vivir una experiencia
diferente. La conciencia no es solo el lugar recóndito y privilegiado en
el que podemos escuchar la Ley de Dios. Si en lo íntimo de nuestro ser,
nos sentimos atraídos por lo bueno, lo hermoso, lo noble, lo que hace
bien al ser humano, lo que construye un mundo mejor, fácilmente no
sentiremos invitados por Dios a sintonizar con Jesús. Es el mejor camino
para creer en él.
( José Antonio Pagola)
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