Hay cosas que sólo la gente sencilla sabe captar. Verdades que sólo el
pueblo es capaz de intuir. Alegrías que solamente los pobres pueden
disfrutar.
Así es el nacimiento del Salvador en Belén. La gran alegría para todo el
pueblo. No algo para ricos y gente pudiente. Un acontecimiento que sólo
los cultos y sabios puedan entender. Algo reservado a minorías
selectas. Es un acontecimiento popular. Una alegría para todo el pueblo.
Más aún. Son unos pobres pastores, considerados en la sociedad judía
como gente poco honrada, marginados por muchos como pecadores, los
únicos que están despiertos para escuchar la noticia. Hoy también es
así, aunque, con frecuencia, las clases más pobres y marginadas hayan
quedado muy distantes de nuestra Iglesia. Dios es gratuito, y es acogido
más fácilmente por el pueblo pobre que por aquéllos que piensan poder
adquirirlo todo con dinero. Dios es sencillo, y está más cerca del
pueblo sencillo y simple que de aquéllos cuyas energías, esfuerzos y
trabajos están obsesivamente dirigidos a tener siempre más.
Dios es bueno, y le entienden mejor los que saben quererse como hermanos
que aquéllos que viven egoístamente, tratando de estrujarle a la vida
toda clase de felicidad. Hoy sigue siendo verdad lo que insinúa el
relato de la primera Navidad. Los pobres tienen un corazón más abierto
al evangelio que aquellos que viven satisfechos. Su corazón encierra una
«sensibilidad hacia el evangelio» que en los ricos ha quedado, con
frecuencia, como atrofiada. Tienen razón los místicos cuando nos dicen
que para acoger a Dios es necesario «vaciarnos», «despojarnos» y
«volvernos pobres». Mientras vivamos buscando únicamente la satisfacción
de todos nuestros deseos, ajenos al sufrimiento ajeno, conoceremos
distintos grados de excitación, pero no la alegría que se anuncia a los
pastores de Belén.
Mientras sigamos alentando nuestros deseos de posesión, no se podrá
cantar entre nosotros la paz que se entonó en Belén: «La idea de que se
puede fomentar la paz mientras se alientan los esfuerzos de posesión y
lucro es una ilusión». Tendremos cada vez más cosas para disfrutar, pero
no llenarán nuestro vacío interior, nuestro aburrimiento y soledad.
Alcanzaremos logros cada vez más notables, pero crecerá entre nosotros
la rivalidad, el antagonismo y la lucha despiadada.
(PAGOLA)
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