Comienza la Cuaresma, tiempo de buenos propósitos y mejores intenciones,
tiempo de penitencia y conversión, tiempo ideal para bajar esos kilos
de más… Kilos que no se depositan en el abdomen, sino que van
directamente al corazón, y que afean, y de qué forma, nuestra vida de
cristianos, de amigos de Jesús… Ha llegado el momento de ponerse en
forma. Por delante, cuarenta días para lograr un corazón en línea… ¿Te
animas? ¡Toma nota! El Dietista por excelencia, Jesús de Nazaret, te
aconseja
Ayuna de insultos, palabras vulgares y golpes sobre la mesa o sobre el
hermano, y date un atracón de palabras amables, abrazos apretados y
gestos conciliadores.
Ayuna de egoísmos, paseos en torno al ombligo y espejitos mágicos, y
llénate con las preocupaciones, las inquietudes y las necesidades de tus
hermanos.
Ayuna de pesimismo, derrotismo fácil y caras largas, y llénate de
confianza en Dios, de las pequeñas luchas de cada día y de sonrisas
sinceras y esperanzadoras.
Ayuna de juicios a la ligera, críticas despectivas y reproches
destructivos, y mastica palabras de ánimo, consejos positivos y llamadas
de atención constructivas.
Ayuna de marcas famosas, últimos modelitos y modas pasajeras, y saborea
tu propia personalidad, tu carácter más auténtico y tu moda más genuina
(la que brota del corazón, la que no se ve pero se siente).
Ayuna de desidia, apatía e indiferencia, y devora compromiso,
inconformismo ante las injusticias y ganas de cambiar el mundo,
empezando por tu entorno más cercano.
Ayuna de pedir papeles, de cerrar puertas y de clasificar personas, y
empáchate con los papeles del corazón, con puertas sin mirilla y con
seres humanos que son todos ellos tus hermanos, tu familia.
Ayuna (y valga la redundancia) de un ayuno falso (bajo en calorías del
corazón) de una limosna interesada (algo sacaré de todo esto) y de una
oración obligada (toca, que lo vamos a hacer) y paladea un ayuno
verdadero, una limosna solidaria y una oración comprometida.
Finalmente ayuna de creerte que tú solito puedes llevar adelante esta
dieta, e ingiere el convencimiento y la fe de que, Jesús de Nazaret,
está contigo, y si quieres y lo pides, te ayudará a conseguir un corazón
lleno de vida.
En base a un artículo de José María Escudero
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