jueves, 24 de noviembre de 2011

ADVIENTO

EL ADVIENTO ES UN TIEMPO DE ESPERANZA DINÁMICA
 
Por Gabriel González del Estal



 Lo que digo a vosotros, lo digo a todos: ¡velad! Para nosotros, cristianos del siglo XXI, el Adviento no tiene el significado que tuvo para una gran parte del pueblo judío, en su espera fervorosa y creyente de la venida de un Mesías liberador. Tampoco tiene la importancia que tuvo para la mayor parte de las primeras comunidades cristianas, que esperaban, de un momento a otro, la segunda venida del Señor Jesús. Los cristianos del siglo XXI no esperamos como algo inminente y definitivo el fin del mundo y el juicio universal. ¿Qué es entonces para nosotros el Adviento? Desde luego, un tiempo litúrgico en el que preparamos y nos preparamos para celebrar con el mayor gozo y fervor posible la conmemoración solemne del nacimiento, de la Navidad, de nuestro Señor Jesucristo.

Nos preparamos espiritualmente, limpiando y adornando nuestra morada interior del alma, y nos preparamos social y litúrgicamente preparando la Navidad, nuestra Navidad, para que sea un tiempo de alegría, de amor y de paz visible y contagiosa. Pero no queremos que el Adviento sea sólo un tiempo litúrgico y pasajero; queremos que el espíritu del Adviento llene y dinamice todo el tiempo de nuestra vida. El alma del Adviento ha sido y debe seguir siendo una esperanza dinámica y confiada en la venida del Señor a nosotros. También nosotros, ahora, seguimos creyendo que Dios quiere venir a visitarnos y a liberarnos, y esperamos con ilusión que esto suceda algún día plena y definitivamente. Pero ahora nosotros ya no vivimos pendientes de fechas, ni señalamos términos temporales a la venida del Señor; preferimos pensar que Dios está viniendo siempre al alma de las personas que le aman y queremos que esto ocurra cada día y todos los días. Nuestra esperanza no es una espera pasiva, sino una esperanza dinámica y activa. No esperamos al Señor con los brazos cruzados y con el alma dormida. Queremos vivir siempre vigilantes, con los ojos del alma encendidos y despiertos, y caminando ilusionados hacia el Señor que siempre está llegando y pidiéndonos hospedaje.


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